
Llega un momento alrededor de los 2-3 años en el que los niños tienen muy claro con quien quieren hacer cada cosa. Para jugar, para sacarlo de la silla del coche, en el baño, para ir al parque… Y los padres nos lo podemos tomar muy a pecho porque lo vivimos como un rechazo. Muchos papás o mamás piensan “¿Qué he hecho mal? ¡Mi hijo me rechaza!”.