
Los hábitos y las rutinas para ir a dormir han demostrado ser muy beneficiosas en la mayoría de los niños y bebés. Además, una rutina de sueño para bebé o niño puede ayudar a mejorar la calidad del sueño infantil, y por consiguiente, también la de los padres.
A continuación te explicamos en detalle lo que hay que tener en cuenta a la hora de establecer una buena rutina para bebés o para acostar a los niños.
Respetar el ritmo del niño
Es importante respetar los ritmos de los niños.
Esto no significa consentir que jueguen, corran, bailen y vean la tele hasta que ya no puedan más y caigan agotados. Si les diéramos total libertad para marcar el ritmo del sueño es probable que la mayoría no durmiera hasta estar físicamente agotados. La cual cosa no sería positiva porque no descansarían adecuadamente.
Respecto al descanso adecuado te recomendamos leer nuestro artículo: cuántas horas duermen los niños.
Crear las condiciones adecuadas para dormir
Nosotros somos el ejemplo en el que se reflejan nuestros pequeños. Así que nos toca transmitirles buenos hábitos y predicar con el ejemplo. Primero de todo debemos tener claro que los niños no son los que deben seguir nuestro ritmo y horarios de los adultos. Sino que debemos ser nosotros quienes nos adaptemos a sus necesidades en la medida de lo posible.
Así pues, una de las cosas que debemos hacer es crear las condiciones externas adecuadas para poder seguir el ritmo que necesitan. Esto se puede aplicar a todos los aspectos, pero es especialmente importante cuando hablamos del sueño infantil.
Del mismo modo que no podemos obligar a dormir a un bebé o niño que no tiene sueño o no necesita descansar, tampoco deberíamos impedir su descanso cuando sí que lo necesita.
Podemos regular las condiciones ambientales para ayudarles a bajar de manera progresiva el ritmo. Por ejemplo a través de un baño, con música tranquila y luz ténue, con tono de voz relajado… Para eso son muy beneficiosas las rutinas para dormir.
Si antes de ir a dormir conectamos la tele, les dejamos jugar con la tablet o el móvil o con juguetes ruidosos, o si vienen visitas a casa, no esperes que tu hijo sea quien de forma responsable decida que ya tiene suficiente y que necesita descansar. Por supuesto que algún día se puede romper la rutina, y está bien hacerlo, son días puntuales y excepciones. Pero por su bienestar deberíamos evitar que esto sea lo normal. Cuanto más predecible sea el ambiente mejor será su descanso.
No confundir rutina con horarios
Es importante que no se confunda tener rutinas con tener un horario. Una rutina de sueño son secuencias de conductas y hechos que hacemos normalmente en un mismo orden. Por ejemplo primero baño, después cena, lavarse los dientes, leemos un cuento y a dormir.
Tener un horario significa un momento concreto en el que hacer todas estas cosas. Esto último no suele ser muy práctico. No nos aportará mucho hacer las cosas a la misma hora exacta todos los días, más que añadir un montón de estrés para llegar a todo. No es necesario que nos hagamos esclavos del reloj.
Lo recomendable es flexibilizar y tratar que la rutina no se desvíe mucho de su momento habitual. Esta flexibilidad nos la marcará el propio niño o niña, dependiendo de su edad y de cómo es él o ella.
Hay niños que necesitarán unos horarios mucho más estables y unas rutinas muy fijas. Mientras que otros nos darán más margen de maniobra. A medida que crezcan y se vayan haciendo mayores es probable que el margen se vaya ampliando.
La rutina de sueño perfecta para bebés y niños
El hecho de tener una rutina a la hora de ir a dormir les generará tranquilidad a nuestros pequeños. Así como poder predecir lo que pasará les dará cierta seguridad.
No es necesario pretender que cada día sea exactamente igual que el anterior. Pero debes tener en cuenta que si cada día después de la cena se hace una cosa distinta, el niño no sabrá a qué atenerse, y le costará más seguir el ritmo que necesita.
Tampoco existe la rutina perfecta, esa que te asegure que funcionará con todos los niños del mismo modo. Cada individuo tiene un ritmo distinto. Incluso para un mismo niño una rutina puede dejar de funcionar a medida que va creciendo.
Lo que funciona en unos no tiene por qué servir en otros. Por eso, a la hora de establecer las rutinas diarias para acostarse es importante tener en cuenta el ritmo y necesidad de cada niño de forma individual. La observación y la sensibilidad serán clave para establecerlas. Más allá de pensar que es lo que nos funciona mejor a nosotros como adultos.